TRES PIONERAS EN EL MISMO VAGÓN

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Era 9 de abril de 2013 y Londres se veía acorralada de norte a sur por un viento tempestuoso y un cielo gris habitual en la capital. Calculó mal el tiempo aquella mañana y se ataba la corbata morada de camino a la boca de metro más cercana. Compró su periódico español como hacía desde que vivía allí y mantenía el equilibrio del brazo derecho, con el que sujetaba su maletín y su café para llevar.


Anunciaban por megafonía la llegada del metro y el pitido alarmante que indicaba el cierre de puertas del vagón hizo que Carlos pareciera más un atleta olímpico que un profesor de español para el Instituto Cervantes. Tuvo suerte de encontrar asiento al final del vagón, justo al lado de una mujer que tuvo que cruzar las piernas para que cupieran los dos sentados. Era rubia, lucía una lacia melena a la altura de sus hombros, y vestía una chaqueta azul a juego con su falda. Leía el Daily Mirror mientras miraba de reojo al joven español que pecaba de novato en el metro de la capital británica. Sentados ambos de manera paralela, no se dirigieron palabra alguna para no incordiar lo que para los dos era el momento del café. Carlos vio en su periódico, a parte de diversas noticias relacionadas con la política española, noticias del corazón que le parecían irrelevantes. Se detuvo en la portada porque vio la noticia del día anterior: la hija predilecta de La Mancha, la sobrina de Quijote, la mujer que mejor voz puso a Los Piconeros, y que esperaba fumando a su Ernest Hemingway, James Dean o Pepe Tous, había muerto. Sara Montiel ocupaba la primera página del periódico que había comprado aquel perdido paisano en sus primeros días en Londres. Leyó este joven la noticia con cierto interés y descubrió que no fue Penélope, sino ella, la primera española en pisar Hollywood y en codearse con grandes, como Marlon Brando. 


Al lado de Carlos, la mujer vestida de azul parecía incómoda. Ya no sabía cómo cruzar las piernas para no importunar al muchacho. El metro se paraba en Great Portland Street cuando cogió su bolso y se levantó para bajarse en aquella estación. Se dejó el periódico en su asiento, señal de ya haberle dado uso, de haberlo agotado. En aquel Daily Mirror de aquel huracanado 9 de abril de 2013, Reino Unido también lamentaba en las portadas de sus diarios el fallecimiento de la que fue la hija más aplaudida y abucheada del tendero de Grantham, la Primera Ministra, la Dama de Hierro: Margaret Thatcher. El artículo, escrito por una tal Anna Johnson, resultó muy atrayente a Carlos, pero no pudo leerlo dado a sus nulas habilidades en inglés.


Lo cierto es que ambas fueron hijas de tenderos y, aunque estuvieron separadas por casi dos mil kilómetros, las unió su esfuerzo y su pionerismo en su trabajo. Quizá no conocían nada la una de la otra, dudo mucho que la Thatcher conociera El último cuplé o que haya mantenido una conversación de política con la Saritísima, y viceversa. Pero lo realmente impactante fue que, dos precursoras desconocidas, acabaron conociéndose arriba el mismo día.  


Lo que desconocía Carlos es que, aquella Anna Johnson que aparecía como autora de la columna sobre la muerte de Thatcher, era la mujer con la que compartió asiento aquella mañana tan borrascosa. Anna, como Sara y Margaret, también fue la primera en algo, pues ninguna mujer en la familia Johnson había antes pisado la Universidad.


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